miércoles, 4 de noviembre de 2015

Fragancias


Es interesante cómo algunos olores nos pueden llamar tanto la atención y engatusarnos, y cómo otros nos pueden provocar tanto desagrado.
Hay muchos olores y, si te fijas, todos te recuerdan a algo. El olor del mar, esa brisa acompañada de agua y sal, el sonido de sus olas, que transmiten libertad. El protector solar me recuerda las vacaciones en la playa y cómo me la echaba mi madre cuando era pequeña para que no me quemara y me decían que esperara para meterme en el agua, para que no se me quitara la crema, pero yo seguía metiéndome; también me recuerda a la piscina, bañándome en el agua con mis amigos. Al verano en general.
El olor de la hierba recién cortada me recuerda cuando iba al campo, con mi familia y con mis amigos, en esos cumpleaños tan memorables, cuando jugábamos y nos revolcábamos por el césped y acabábamos tan agotados que, cuando llegaba a casa, me quedaba dormida nada más llegar, debido a tanto cansancio.
El olor de la mandarina, ese olor que perdura después de pelar la mandarina. Este olor me recuerda cuando era pequeña y merendaba rápido, al salir del colegio, para irme después a kárate.
El olor de la plastilina, que se quedaba impregnado en las manos hasta que llegaba a casa y me lavaba las manos. Recuerdo todos esos momentos en que teníamos que hacer figuras con la plastilina, y aquellos en los que jugábamos con ella, y cómo algunos mezclaban los colores de la plastilina, y luego no podían separarlas.
El típico olor de la paella, con el que sabía que me iba a encontrar cada domingo cuando visitara a mis abuelos. Y el olor de esas fragancias que caracterizan tanto a los abuelos, esas que hueles a distancia sabiendo que son ellos.
El olor a tierra mojada significaba que ibas a meterte en la cama con las gotas de lluvia sonando, al chocar contra el tejado, hasta que al final te acostumbrabas al sonido y conseguías dormirte.
Por último, el olor a granja, el olor de los animales. El que me hace recordar todas esas veces que íbamos a la granja y veíamos a los animales; esas excusiones que siempre terminaban con un plato de macarrones.
Cada momento tiene designado un olor con el que más tarde nos quedamos al recordarlo.

Natalia Jiménez. 4º E

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