miércoles, 4 de noviembre de 2015

Mi luz preferida

       

Me cuesta elegir un momento concreto del día porque su luz me guste más. El motivo es que prefiero los días nublados y con lluvia, y en esos días la luz no varía mucho que digamos, a no ser, claro está, que se haga de noche. Entonces ya la oscuridad es absoluta y, con tanta nube, ni siquiera se alcanza a ver la luna. La razón es que prefiero la oscuridad, ya sea de la noche o de la lluvia, a un sol tan fuerte que pique. De todas formas, si tuviera que elegir un momento en el que la luz solar no me molestara tanto, sería sin lugar a dudas la de la mañana, ya que es tan suave, clara y fina, que da la sensación de que fuera a romperse de un momento a otro. A veces, y esto tiene que ver con la redacción "Qué se ve desde mi ventana", la luz de la mañana pasa entre los altos arboles que la tapan y, cuando levantas el estor, las hojas de los árboles y el reflejo del agua hacen que el techo, el suelo y la pared de mi habitación parezcan un lienzo en vivo de las sombras de la naturaleza. Sí que es cierto que la luz que el sol da a las cuatro o cinco de la tarde es más brillante, pero también parece más forzada y hace que haga más calor. Y que la luz del atardecer da la sensación de estar apagada, como si no tuviera vida, así  que podría decir que es todo lo contrario a la luz de la mañana. En resumen, la luz del atardecer es más fría, sin vida e incluso siniestra. Pueden ser por estos motivos el porqué de que prefiera la luz de la mañana. Después de todas estas descripciones he llegado a la conclusión de que la luz de la mañana no es tan intensa como la luz del medio día, ni tan oscura como la luz del atardecer.

Irene Palomino. 4ºB

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