martes, 10 de noviembre de 2015

Una mirada hacia el exterior


A través de mi ventana se ven muchas cosas, de tal forma que, aunque alargara esta redacción tanto como pudiera, los detalles nunca dejarían de cambiar. Así que no voy a describir todos los detalles, pero intentaré contarlo de la forma más completa posible. En primer lugar no hace falta mirar muy hacia arriba para ver el cielo, ya que vivo en un piso tan alto que el cielo, al igual que los pájaros y las nubes, están fácilmente al alcance de mis ojos.
 Mi urbanización tiene los pisos construidos en forma de "L", así que, si miras a la izquierda, no muy lejos se pueden ver los últimos pisos del edificio de la izquierda, en cuyas ventanas he llegado a ver acciones cotidianas y no tan cotidianas de las vidas de las otras personas. Aunque la mayoría del tiempo, ya que estos edificios dan de cara al sol, suelen tener permanentemente las persianas bajadas. No sé por qué tienen que estar tan cerradas, será que no les gusta el sol...
Si miramos hacia abajo, las vistas son pocas, ya que hay muchos árboles, algunos de los cuales llegan a dar sombra a mi ventana. Hacia la derecha, se ve poca cosa; solamente, si tu vista es buena, puedes alcanzar a ver la esquina del patio de un colegio y una calle por la que se ven pasar muy pocos coches, ya que si la sigues te conduce a un callejón sin salida que la gente empezó a usar de garaje hace ya muchos años.
Y puestos a mirar a todas las direcciones, lo justo sería mirar también al frente, que también es mi vista favorita. ¿Qué tiene esta vista de especial para ser mi favorita? La respuesta es fácil: si la miras por mirar no tiene nada, ya que es solo un descampado que se pierde en la distancia hasta juntarse con el cielo. Pero creo que es eso lo bonito de esta vista, tiene la simpleza de ser un descampado, o al menos así lo ven las visitas, pero si vives con esas vistas permanentemente te das cuenta de su complejidad, ya que en primavera renace, con magníficas flores; en otoño las hojas de los árboles que son arrastradas por el viento lo tiñen de un naranja precioso, en invierno está mojado y lleno de charcos, y finalmente en verano se torna amarillento, seco y sin vida, y ya depende del calor, se quema o lo siegan a ras del suelo quedando en poca cosa hasta la primavera siguiente.
Hay muchas cosas más que se podrían describir mirando desde mi ventana, pero, como ya he dicho, sería largo e imposible describirlo entero. ¿Quién sabe? Tal vez algún día alguien podrá captar su belleza.

Irene Palomino 4ºB

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